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Próceres gays: cuando el muerto se ríe del degollado

Buenos Aires (www.SentidoG.com)

Sarmiento y Alberdi, ¿quién podía tirar la primera piedra?

Por Facundo R. Soto

Sarmiento en Las ciento y una decía que a Juan Bautista Alberdi “solo le faltaba usar polleras”. ¿Se lo imaginan a Alberdi en los cuadernos Rivadavia travestido? Afirmación fuerte para la época que, lleva a preguntarnos por qué no trascendió la información. Los conocedores de historia saben que Alberdi fue solterón hasta su muerte; no precisamente por mujeriego, ya que era fóbico a las señoritas. Era fanático de la moda y el arte. Nunca se le conoció una novia ni amante; sin embargo son conocidas las salidas nocturnas donde se perdía de los amigos que lo acompañaban, para despertarse al día siguiente con dolor de cabeza, sin recordar dónde y con quién había estado.

¿Qué más dijo Sarmiento de Alberdi? Que le exasperaba la vocecita de mujer que tenía, y que cuando lograba que se callara, le aparecían los modales extremadamente cuidados (tal como él los llamó) que hacían que le aumentara la irritación. A muchos les puede parecer divertida la anécdota, pero si nos ubicamos en el contexto, habría que pensar hasta qué punto es graciosa la situación.

En la época de Rosas, los unitarios llamaban sodomitas a los federales. Éstos lo consideraban un agravio y se defendían llamándolos maricones. Parece que en el centro de los insultos y peleas estaba el ganar o perder como meta. Lo que Freud podría haber traducido como coger o ser cogido. Y si tenemos en cuenta que los protagonistas de la política (sobretodo en esa época) eran 99% hombres, podemos decir que la pelea siempre era homosexual. Si pensamos en la constitución bisexual de los seres humanos, y la sublimación de una parte (la homo o hétero) para liberar a su contraria (dejando salir una corriente y para reprimir la otra) no es raro lo que estamos diciendo. Pero dejando de lado la teoría y especulación psicológica y tomando las investigaciones de Sebreli, podemos recuperar el cántico popular de 1830:

Cielo de los maricones,
un decreto debe darse
para que usen calzones.

En el reciente libro de Nelson Castro, Rivales (Vergara Editores) se ve claramente la confrontación que se tenían estos próceres. Alberdi consideraba a Sarmiento como un tipo soberbio, sin formación profesional (Alberdi era abogado y periodista y muy fino en sus modales, ya lo dijimos, y también un universitario viajado) que odiaba la ambición desmedida y ventajosa que Sarmiento tenía.

El odio a Alberdi se inicia con el acercamiento de éste a Urquiza. Recordemos que al final de su vida, Sarmiento también lo hizo; y para nuestro el asombro encontramos una crónica de viaje de Sarmiento de 1845, rescatada por José Quiroga en el libro de crónicas gays Mapa callejero (Ed. Eterna Cadencia), donde allí Sarmiento se maravilla cuando llega a las islas de Juan Fernández en Valparaíso. Se encuentra con dos parejas de hombres viviendo solos, alejados de las mujeres. La fascinación por el contexto que envuelve a estas parejas produce una tensión homosexualidad que sobrevuela el texto, sobre todo cuando los hombres lo invitan a pasar para intimar, porque hace tiempo que no están en contacto con otros hombres. En ese momento, cuando lo hace entrar, el texto también entra, pero dentro de una situación homo erótica más profunda (“Mas-a-fuera”, Viajes, 1845).

¿Entonces, cómo es el juego? ¿El muerto se ríe del degollado? Parece ser que los próceres también eran políticos…

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