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Códigos y secretos de la noche de las travestis en Palermo

Buenos Aires (Clarín)

Una de las travestis se exhibe en la plazoleta Florencio Sánchez.

Por Darío Coronel

Unas 300 trabajan en el parque Tres de Febrero, que toma clima de boliche. Se ubican separadas argentinas y extranjeras, según edad y presencia. Y las tarifas varían de acuerdo a la cara del cliente.

Las dos primeras son argentinas; una de Misiones, otra de Salta, como para marcar de entrada que en las noches del Parque Tres de Febrero nada está librado al azar. Las extranjeras se ubican de la mitad del predio hacia atrás, pagando el famoso derecho de piso. Donde hay una novata hay otra con más experiencia. Siempre. Las más grandes las protegen y les enseñan los códigos del oficio.

Son las once de la noche de un sábado en la plazoleta Florencio Sánchez del Parque Tres de Febrero, en los Bosques de Palermo, un territorio que tiene dos vidas : una de día, con cientos de amantes del deporte que se acercan para caminar o correr; y otra de noche, que arranca después de las diez con cientos de travestis e incontables clientes .

En el parque todo es como en un boliche. La música proviene de los autos; las luces y los gritos también. Las chicas más operadas y de mejor presencia esperan paradas, como si estuvieran en la barra de un vip, que las inviten a tomar un trago. Las que no cuentan con esos atributos se muestran más: directamente encaran a los clientes o buscan tentarlos con poses y frases provocativas.

Entre ellas, la puja está marcada

De un lado, argentinas, en su mayoría de Salta y Misiones; del otro, extranjeras, de Paraguay y Perú. “No te podés despistar. Nosotras tratamos de cuidar al cliente, pero hay dos o tres peruanas que se dedican a robar y desvirtúan nuestro oficio, espantan a los que vienen”, dice Juana, que llega a Palermo cada noche tras hacer combinación de colectivo y tren desde el conurbano, como la mayoría de sus colegas. A lo largo de la recorrida, todas las travestis consultadas dan cuenta de la violencia de paraguayas y peruanas. Pero hay una situación que las une. Cuando algunos hombres bajan de un auto para pegarles o tirarles cosas, las diferencias se olvidan y se defienden entre todas. La semana pasada les tiraron un vaso lleno de mostaza. Terminaron más de diez golpeando a los dos agresores.

Las horas pasan y los autos se multiplican . El desfile es incesante, como el de una autopista colapsada. Los vehículos avanzan a paso de hombre. Para las travestis, los fines de semana no son los mejores días para trabajar porque abundan los curiosos y los molestos. Los miércoles o jueves, en cambio, un alto porcentaje de los visitantes consume sus servicios.

Los precios varían según la pinta del cliente : no es lo mismo uno que llega en bici que otro que anda en un auto importado. La cara también importa. Como en todos lados, no da lo mismo ser lindo o feo. El sexo oral, por ejemplo, se ofrece a $ 30, pero puede llegar a cobrarse $ 50. Encerrarse en un auto o perderse en el Parque cotiza entre $ 80 y $ 100. Y las más operadas cobran hasta un 20% más caro.

También hay clientes que piden mayor comodidad. Ir a un hotel cuesta, como mínimo, $ 200 la hora. Los que piden esa opción son hombres de buen poder adquisitivo. El pago es por adelantado , sin excepciones. Y existe otra norma: pedir los preservativos usados por el cliente para asegurarse de que terminen en los cestos y no queden tirados en el pasto. Gracias a un acuerdo entre el Gobierno de la Ciudad y la Asociación de Travestis, Transexuales y Transgénero de la Argentina (ATTTA), los profilácticos son entregados de forma gratuita semanalmente.

“El de los taxistas es un mito; más que nada vienen para traernos turistas y después, según cómo se portan durante la noche, les hacemos un regalito”, dice Mara, con un tapado que abre cada vez que un auto frena. Entre los extranjeros dominan los orientales. Los siguen colombianos, brasileños, italianos y españoles.

Cuando la noche no viene bien, hay muchos autos pero pocos clientes dispuestos a gastar dinero. Entonces, a partir de las 4 empiezan las promociones. “Lo llamamos ‘combazo’, el famoso dos por uno ”, dice Melina, de tonada norteña. Hay dos tipos de “combazo”: el más pedido es de dos travestis y un cliente, al mismo precio que la tarifa personal. La segunda opción es de dos clientes con un travesti, pagando sólo uno de los dos. Hay quienes pasan temprano y consultan si más tarde habrá “combazo”. Según el ánimo de las chicas, puede haber regalos sorpresa. “Eso lo hacen las que tienen muchas ganas de tener sexo. Hay que tener suerte de cruzarlas”, agrega Melina.

Además, tienen otro ingreso. “Si los clientes nos piden, nosotras conseguimos droga . Pero no la tenemos encima”, cuenta otra de las chicas. Hace pocas semanas, la Policía Federal detuvo a los responsables de un puesto de comida rápida de la zona que funcionaba de pantalla. Se dedicaban a vender drogas. Desde esa noche, sólo se les vende a los clientes de confianza.

Cuando sale el sol, el trabajo llega a su fin, y muchas de las travestis prolongan la noche en los after hours.

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