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Torneo de fútbol 5 para gays ya cuenta con 300 jugadores

Fuente: La Nación

En el fútbol profesional persiste la discriminación. Si se corre el rumor de que un jugador profesional es gay, su carrera corre peligro. Ya pasó: hace pocos años la hinchada de Rosario Central desplegó una bandera donde le adjudicaba un romance a dos jugadores de Newell’s. Recibieron tanto acoso y violencia por parte de los hinchas que ambos jugadores dejaron el club y sus carreras se perjudicaron.

Debajo de la autopista, un club de Boedo es la sede de la segunda fecha de un torneo de fútbol 5. Camisetas fucsias, negras, violetas, marrones, amarillas se mueven sobre el cemento. En las mesas que hay detrás de las redes que dividen las canchas, hay familias, chicos que corren, hombres que se preparan, chicas que estiran para entrar a jugar.

Hay que afinar la mirada para descubrir un brazalete con las tiras de colores o una camiseta de arquero con una franja de arco iris que representa a la comunidad LGTB. “Lo primero que tuvimos que derribar es el propio prejuicio de que el fútbol es algo solo de heterosexuales“, dice Ariel Velázquez, presidente de Gays Apasionados Por El Fútbol (GAPEF), un torneo que tiene ocho años, 300 participantes y 20 equipos en dos categorías, A y B.

En el fútbol profesional persiste la discriminación. Si se corre el rumor de que un jugador profesional es gay, su carrera corre peligro. Ya pasó: hace pocos años la hinchada de Rosario Central desplegó una bandera donde le adjudicaba un romance a dos jugadores de Newell’s. Recibieron tanto acoso y violencia por parte de los hinchas que ambos jugadores dejaron el club y sus carreras se perjudicaron.

Hoy no hay ningún jugador que haya hablado de su homosexualidad en ninguna liga profesional del mundo y eso se traduce en hinchadas con cánticos homofóbicos, y la exclusión de los jugadores gays de los clubes tradicionales. “En 2010, cuando empezamos con GAPEF, nos costó encontrar 9 personas para jugar a la pelota. Después se fueron sumando amigos de amigos y ahora somos una organización que, además de fútbol, tiene vóley y paddle“, cuenta Velázquez.

En las canchas retumba el sonido de la pelota y las frenadas de los botines, la luz de la tarde se mete por los costados y de los cientos de autos que pasan por arriba no hay ni noticias, sí el estruendo grave de un gol de chilena que se grita con pasión. “Tengo muchos pibes gays pero también hay heterosexuales en el equipo, vienen por el fútbol, acá puede haber bronca durante el partido pero nunca sale de ahí, juegan limpio y en el barrio los chicos lo valoran”. Andrés Venega es el DT de Leones, un equipo donde la mayoría son gays y hay dos parejas.

Hace seis años que entrena a grupos de esta liga y dice que, en realidad, lo más difícil fue enseñarles a jugar, a pensar el deporte como táctica, porque no son hombres con formación en el fútbol desde chicos. Asegura que han evolucionaron tanto que podrían ser profesionales, aunque la edad promedio pise los 30 años. “La sexualidad de cada uno sólo importa en su intimidad, acá sólo cuenta el fútbol para mí“, dice “el entrenador paki (hétero)”, como le dicen sus jugadores.

Entre las piernas que se estiran y precalientan antes de ingresar hay un tatuaje en una pantorrilla musculosa y depilada: dos dogos enfrentándose. De remera negra y con la franja multicolor atravesándoles el pecho, Los Dogos salen a jugar en la cancha número dos. Es el primer equipo de fútbol gay del país, con más de 20 años de competencia, y juegan en varios torneos. Uno de ellos pide que no se mencione su nombre porque en el trabajo aún no pudo contar su identidad sexual. ¿Por qué hacer un torneo propio?, ¿por qué no intentar integrarse con equipos heterosexuales? “Porque acá somos pares, nos sentimos más cómodos, hablamos de otras cosas. Todos queremos que sea distinto, pero en los clubes profesionales nos siguen hostigando por ser gays“.

Los Dogos empezaron a jugar mucho antes de que existiera este torneo. Nació poco después de que Daniel Passarella (entonces entrenador de la Selección) dijera que no aceptaría homosexuales en su equipo. Carlos Jáuregui, legendario activista LGBT del país, salió a contestarle que ya había jugadores en todas las categorías, aunque no lo dijeran y él no lo supiera. Dos años después, y por una convocatoria en una revista, nació la asociación Deportistas Argentinos Gays (DAG), que ya está disuelta pero quedaron Los Dogos, uno de los equipos fundantes, ganadores de campeonatos nacionales e internacionales.

Los primeros años de GAPEF fueron más inclusivos aún. Hubo varias chicas que jugaron en equipos mixtos y también participó Celeste, una chica trans. “El deporte diverso se está expandiendo a todas las disciplinas”, dice Walter Brizuela, arquero del equipo Lobos. Todos los años participan del Torneo Nacional por la Inclusión, que se hace desde el 2015 y este año será en Córdoba con nuevas disciplinas: fútbol 5 y de 11, rugby, paddle, básquet, tenis, vóley y hockey. Hay mucha organización y poco apoyo de privados o gobiernos para armar estos encuentros donde participan mil personas en un fin de semana.

Debajo de la autopista el torneo de la categoría A tiene 11 fechas, más las 4 de playoffs. Facundo R. Soto es periodista y escritor. Uno de sus libros es Juego de chicos, inspirado en sus partidos en GAPEF. “Hay una realidad: no somos iguales. Los gays cargamos con años de discriminación encima y acá encontramos un lugar de pertenencia. Estamos juntos, estamos en manada y nos sentimos más fuertes. Nos une el fútbol, pero también nuestra sexualidad“, dice.

Habla con un compañero y se escucha un “hola, amiga”, es otro jugador que llega, con botines, medias altas y el traje de futbolista. Como dice Soto, hay lugar para todos en GAPEF, desde estéticas rosas hasta los osos de barba. Nadie habla de otra cosa que no sea fútbol, la concentración por la competencia gana los espacios de la previa de cada partido. La liga es competitiva y eso se respira en el ambiente.

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