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Cuando el femenino se cuela entre los hombres

Por Pepa Palau (www.SentidoG.com)

Todas llevamos una loca adentro.

De un tiempo a esta parte es cada vez más frecuente que alguien (un hombre) ponga el grito en el cielo, si alguien (otro hombre) se atreve a tratarlo en femenino, en una paradógica escena digna de una “drama queen”.

Hablar en femenino a (o de) un hombre, ya sea gay o no, es un clásico del humor de nosotras, que incluso trasciende los límites geográficos, pero que el español es capaz de explotar mucho mejor, gracias a las desinencias de adjetivos y sustantivos.

Sordina, cantarina, amora, lauchina, campanita, divina, tetera, titina, mamina, chiquita, bettina, tarada, pasiva y tantas más que suelen adornar la intimidad de nuestras amistades no parecen resistir una exposición más pública. ¿Por qué?

 

Yo, la peor de todas

Muchas cuestiones se mezclan en la indignación de las chicas más renuentes a este tipo de vocativos. Hay antecedentes en nuestras vidas, de épocas en las que el femenino no era un trato entre amigas, como el que aquí se propone, sino más bien una venenosa ponzoña del bullying que, en mayor o menor medida, todas hemos padecido durante nuestra adolescencia, y que, de sobra sabemos, en muchos casos puede llevar hasta el suicidio.

Con la legalización de las sexualidades e identidades diferentes también se ha construido un discurso activista y militante que cuida hasta el exceso el género de cada palabra, e incluso recurre a caracteres ambiguos como “arroba” o “equis” para eliminarlo. Tod@s somos todxs, si es que esto algo significa.

Pareciera que el único género políticamente correcto es el aplicable para el caso de las personas trans, en función de su identidad.

Nada es porque sí. Hay acciones y reacciones. Hace años, los medios se mofaban de nosotras mostrando sólo personajes afeminados, es decir, construyendo un estereotipo que sólo habilitaba una única identidad posible para el hombre gay: la loca.

¿Pero es necesario caer en el otro extremo? ¿La loca ya no existe, acaso? ¿La estamos discriminando? ¿Nadie se quiere hacer cargo? Pues bien, señoras, les tengo una noticia: todas llevamos una loca adentro.

 

Una cuestión de respeto

La diversidad es la clave de nuestra comunidad. Nadie nos obliga (ni puede intentarlo) a hablarnos en masculino o en femenino. La medida, el límite de esta cuestión, recae una vez más en un clásico regulador social de las sociedades democráticas: el respeto. No deberíamos aludir en femenino a una loca a la que le moleste ese trato. Pero tampoco debería importarnos que el oso más machote del barrio finalice todas las frases con un “tesora”.

El género es algo que ya nos ha agobiado bastante. ¿Es posible que por el simple hecho de hablarle a mi mejor amigo en femenino la gente vaya a integrarme menos? Se podrá decir que si no me tomo en serio, nadie me va a tomar en serio. Pero es que, desde el momento en que no se comprende el humor del asunto, es probable que tampoco se tome en serio nada de lo que se diga, ya sea en masculino, en femenino o en neutrx.

Fuente: este texto está inspirado en Primera persona del femenino singular.

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