La primera escuela del mundo para estudiantes trans no sólo está construyendo futuros brillantes.  Está salvando vidas.

Gabriel Oviedo

La primera escuela del mundo para estudiantes trans no sólo está construyendo futuros brillantes. Está salvando vidas.

En Argentina, 3,8 millones de estudiantes asisten a casi 12.000 escuelas secundarias. En este tremendo mundo educativo, existe una escuela como ninguna otra: el “Bachillerato Popular Travesti-Trans Mocha Celis”. Esta institución nació en 2011 con la misión de promover la igualdad trans y no binaria en la educación formal. Fue el primero de su tipo en el mundo. La escuela lleva el nombre en honor a Mocha Celis, una persona trans que fue asesinada en el barrio Flores en circunstancias que nunca han sido esclarecidas.

Hoy, doce años después de su apertura, la “Mocha”, como cariñosamente la llaman sus alumnos, cuenta con 290 alumnos de secundaria. Se ha convertido en un faro para la comunidad y la idea ha fomentado la creación de escuelas similares en otras ciudades y países.

Si bien la construcción fue colectiva y requirió del impulso de toda la comunidad, Francisco Quiñones Cuartas fue uno de los creadores del espacio educativo. Actualmente es director del colegio y presidente de la asociación civil que se formó posteriormente. Durante la pausa del almuerzo, habla con Nación LGBTQ sobre este viaje, sus desafíos y los derechos aún por conquistar.

“Comenzamos con un proyecto para que la población trans pueda terminar la secundaria. Lo pensamos como un espacio no exclusivo y abierto a toda la comunidad. Con el tiempo fuimos creciendo y después de la pandemia nos convertimos en una asociación civil con once programas y proyectos que trabajan en coordinación con el colegio. La intención es eliminar barreras al acceso a los derechos”.

El acceso a la educación en un espacio libre de discriminación no es poca cosa para la población transgénero. Según un reciente informe de la Defensoría del Pueblo, la esperanza de vida promedio de las personas trans argentinas es de entre 35 y 40 años. En muchos casos, la única fuente de ingresos de la población es la prostitución.

Todo esto pese a que, en comparación con otros países de la región, Argentina es un país avanzado en la lucha por la igualdad trans. En 2010 se aprobó la Ley de Matrimonio Igualitario; dos años después llegó la Ley de Identidad de Género, que permite la autodeterminación del género. Finalmente. En 2021 llegó la Ley 27636, mejor conocida como “Cupo Laboral Travesti Trans”, que estableció un cupo mínimo del 1% de los cargos y cargos del Estado Nacional para la población trans.

Los creadores de Mocha Celis solían visitar las zonas donde se practicaba la prostitución para buscar estudiantes. En los primeros años, las clases se impartían por la tarde para que la educación no se superpusiera con los horarios de trabajo nocturno.

“Pensé que me iba a morir haciendo trabajo sexual”, cuenta Lariana Guerrerola, estudiante de Mocha Chelis Nación LGBTQ. “Empezar a estudiar fue como empezar a soñar con otra vida. Puedes aspirar a un mejor trabajo y un futuro más digno con un título de secundaria. Volver al colegio ha sido la experiencia más bonita que he tenido en los últimos años”.

A lo largo de su vida, a las personas trans se les niegan derechos fundamentales como la salud, una vivienda digna y un trabajo. La escuela Mocha Celis es el primer paso para conseguir estos derechos.

“La primera iniciativa fue lograr acceso a derechos básicos”, dijo Cuartas. “Luego se convirtió en un lugar de encuentro y un semillero de ideas. Nacimos como una escuela pero nos convertimos en más que un espacio educativo. Somos un lugar de acceso a derechos para que la comunidad trans pueda expresar todo su potencial. La educación y la cultura son los ejes de este proyecto”.

Cuando Cuartas habla de semillero de ideas, se refiere a emprendimientos surgidos de la experiencia de Mocha Celis. Por ejemplo, uno de los más destacados es el proyecto Teje Solidario. Esta red de atención brinda apoyo y acompañamiento integral en la realización de trámites y subsidios para prevenir desalojos y facilitar el acceso a la atención médica.

Quiñones Cuartas cree que la escuela rompe con el esquema de uno que enseña y otro que aprende. Habla de una construcción de conocimiento con la otra persona. “Todos ignoramos algo. A su vez, todas las personas saben algo y están en constante aprendizaje. Hay una construcción colectiva en ese intercambio. Las personas trans son productoras de conocimiento y significado. Pueden generar debates y participar en discusiones públicas. Otros espacios educativos de Paraguay, Chile, Costa Rica y Brasil han aplicado nuestra experiencia en sus territorios”.

Obtener un diploma de escuela secundaria es el primer paso para que muchas personas transgénero tengan acceso a una vida mejor. Entonces, pueden aspirar a conseguir un trabajo y mejorar sus condiciones de vida. A través de sus programas complementarios, el bachillerato se preocupa por encontrar empleo e incentivar la creación de empresas productivas.

La fallecida activista trans Lohana Berkins solía decir que para reclamar un derecho, primero hay que conocerlo. Uno de los objetivos de Mocha Celis es difundir ese conocimiento a través del trabajo educativo y cívico. Algunas iniciativas poderosas incluyen la creación de una red de empleo para personas transgénero, una biblioteca para personas transgénero y reuniones regionales con escuelas similares en el país.

“Esto nos permite transformar la realidad”, afirma Quiñones Cuartas. “Sé que la situación es diferente en Buenos Aires que en una ciudad pequeña y más conservadora. Pero en cualquier caso, muchos de nuestros compañeros estudian en nuestra escuela y luego viajan para construir proyectos en sus provincias. Piensen en el cambio que esto significa para las personas que fueron víctimas de la persecución policial y estatal, que las condenó y las empujó a cometer delitos”.

Francisco Quiñones Cuartas termina su almuerzo en la escuela. Alguien se acerca a él para decirle que ha llegado una donación. Dice estar cansado pero orgulloso de la construcción de este espacio, que ha ido cambiando de sede y ahora cuenta con un edificio cedido por el Ministerio de Educación.

“Lo trans y lo no binario encontraron un lugar. Las mismas escuelas expulsaron a muchos compañeros. ¿Por qué los expulsaron? Los obligaron a ir a un baño que no les pertenecía; los llamaban por el nombre que figuraba en su cédula y no por el nombre que sentían, y los discriminaban. Hace unos años, la educación era impensable para ellos. Los alumnos han bautizado a Mocha Celis como ‘la escuela de la ternura’ porque proporciona un lugar de amor, cuidado y apoyo. Hoy esperan estudiar, obtener una carrera universitaria y trabajar. Se dieron cuenta de que era posible”.