Por dónde empezar con un programa como ¿Las confesiones? Está lejos de ser una obra convencional: no estamos aquí para ver una historia sencilla, una instantánea de un momento en el tiempo con todo bien terminado dos horas después. En cambio, Las confesiones está basada en la vida de Alice, la madre del escritor de la obra Alexander Zeldin. Básicamente, estamos navegando aquí por la historia de su vida, contada desde el momento en que se gradúa de la escuela secundaria en Australia en 1943 hasta el Londres casi actual. Alice considera que ha vivido una vida normal y corriente; Las confesiones explora la idea de que todo el mundo tiene una historia que vale la pena compartir.
El resultado es una obra a la vez íntima y épica. Toda la acción (con un par de excepciones notables) parece algo vulgar, casi mundana: la mayoría de las escenas se desarrollan en cocinas, comedores y salas de estar en las diversas moradas de Alice a lo largo de las décadas. Conocemos a sus amigos, a sus familiares, a sus intereses amorosos, estamos al tanto de sus conversaciones y sus discusiones. Sin embargo, la magnitud del espectáculo: intentar condensar los momentos clave de varias décadas en dos horas (directamente, sin intervalos) hace que todo parezca mucho más grande.
Lo que esta obra hace de manera extremadamente efectiva es desafiarnos con dilemas éticos. En medio de toda la actividad del día a día hay un puñado de escenas contundentes: aunque no somos testigos de un episodio de abuso, tomamos conciencia de que está sucediendo, y vemos las consecuencias y cómo todos reaccionan ante lo que simplemente sucedió, lo que nos desafió como audiencia a considerar cómo podríamos reaccionar. También hay un momento conmovedor y privado de duelo que toma un giro absurdo, casi cómico; nuevamente consideramos cómo podríamos manejar esa situación a medida que se desarrollaba.
Sin embargo, diríamos que sentimos una especie de desconexión con lo que estaba sucediendo en el escenario: con tantos eventos condensados en un período de tiempo tan corto, es difícil invertir demasiado emocionalmente en cualquier personaje que no sea la propia Alice. Tener a una Alice mayor (Amelda Brown) presente casi en todo momento, observando y comentando la acción, mientras la Alice más joven (Eryn Jean Norvill) representa cada escena es un dispositivo excelente. Sin embargo nos fuimos sintiendo que Las confesiones presenta una consideración inteligente de una vida ordinaria, pero no una historia convincente en la que estábamos invertidos.
SentidoG da Las Confesiones – 3/5
Puede encontrar más información aquí.