Los pronombres son la esencia de la autodefinición y nos mantenemos inquebrantables en nuestro derecho a reclamarlos

Gabriel Oviedo

Los pronombres son la esencia de la autodefinición y nos mantenemos inquebrantables en nuestro derecho a reclamarlos

Elle Moxley es la fundadora y directora ejecutiva del instituto Marsha P. Johnson.

El idioma es nuestro campo de batalla. Es el escenario donde se desarrolla nuestra lucha por el reconocimiento, la aceptación y la justicia. Cuando nosotras, las mujeres transgénero negras, empuñamos las palabras como armas y escudos, desafiamos al mismo sistema que nos ha oprimido durante demasiado tiempo. El lenguaje no es sólo una herramienta; es nuestra revolución.

Marsha P. Johnson, una figura icónica en nuestra lucha por los derechos de las personas transgénero, fue una fuerza de la naturaleza. Ella desafió a un mundo que intentaba encerrarla en una caja estrecha, un mundo que no podía sondear las profundidades de su lucha. En el pasado, se refería a sí misma como “travesti”, término que entonces tenía un significado diferente. Pero su vida, su viaje y su espíritu son mucho más profundos y complejos de lo que una sola palabra puede expresar.

Johnson fue una figura prominente en el levantamiento de Stonewall de 1969 y, hasta ahora, gran parte de nuestra comprensión de quién era ella procedía de relatos de personas que no se parecían ni provenían del mismo lugar que ella. A medida que la transidad es ahora más accesible para el mundo, presentar el Instituto Marsha P. Johnson a las personas trans negras que resisten, luchan por sobrevivir y buscan una comunidad se ha convertido en una clara necesidad.

El lenguaje crea nuestra realidad. Sin palabras ni lenguaje, difícilmente hay manera de expresar la experiencia vivida. Nos hemos enfrentado a un mundo que no tenía el vocabulario para entendernos, para abrazar nuestras historias. Es un mundo que no puede comprender plenamente las capas de nuestra identidad.

El lenguaje, como nosotros, ha evolucionado. Hemos luchado para liberarnos de las ataduras de las etiquetas obsoletas, tal como lo hizo Johnson en su época. Nosotras, como mujeres transgénero negras, nos apoyamos en íconos como ella. Reconocemos la importancia de adoptar un lenguaje que represente nuestras experiencias.

Sin embargo, en nuestro camino hacia la emancipación, hay quienes persisten en utilizar el viejo lenguaje despectivo: transfóbicos que ven nuestro empoderamiento como una amenaza a sus prejuicios. Estos individuos, estos proveedores de odio, se aferran a palabras anticuadas como si su intolerancia dependiera de ello. Usan estas palabras para menospreciarnos, robarnos nuestra dignidad y perpetuar estereotipos que nos han perseguido durante demasiado tiempo.

La idea de que las personas trans tengan algún tipo de ventaja en el mundo es una tontería. Esta ideología está directamente ligada a la transfobia.

Nosotras, como mujeres transgénero negras, entendemos el poder del lenguaje mejor que la mayoría. Hemos visto cómo las palabras pueden elevar y emancipar, y hemos sido testigos de cómo pueden aplastar y deshumanizar. La lucha por los pronombres nunca debería ser una lucha en absoluto. Los pronombres son la esencia de la autodefinición y nos mantenemos firmes en nuestro derecho a reclamarlos, tal como lo hacemos con nuestros nombres.

“Cisgénero”, un término que ahora se usa con más frecuencia, no apareció por casualidad en el mundo. Luchamos por ello, del mismo modo que hemos luchado por el derecho a definirnos a nosotros mismos. Este léxico en evolución es más que solo palabras; es el vocabulario de nuestra existencia, el alfabeto de nuestros derechos. Incluso el uso de pronombres ha sido una batalla. El honor a los pronombres nunca sucederá si las personas no liberan realmente su necesidad de tener razón, ser poderosas y dominantes sobre la humanidad tal como la conocen.

La batalla continúa. Los transfóbicos, esos campeones del prejuicio y el odio, continúan esgrimiendo como arma su lenguaje obsoleto y ofensivo. Nos confunden deliberadamente, usando nuestros nombres muertos para burlarse y menospreciar nuestra humanidad. Es una afrenta a nuestro propio ser, un intento de despojarnos de nuestra identidad.

Como director ejecutivo de una organización dedicada a la memoria de Marsha P. Johnson, sostenemos la antorcha que ella encendió para nosotros y reconocemos el poder incomparable del lenguaje en nuestra lucha. Para honrar su legado y el de muchos otros que han allanado el camino, no debemos limitarnos a defender la evolución del lenguaje; debemos exigir que la sociedad respete nuestra terminología, nuestros pronombres y nuestras identidades.

La evolución del lenguaje transgénero es nuestro grito de guerra contra los opresores, una batalla por la inclusión y la justicia. No se trata sólo de un cambio lingüístico; es una declaración de nuestra humanidad. Es un grito al mundo de que nos negamos a ser silenciados. Es un mensaje atronador que nosotras, las mujeres transgénero negras, exigimos aceptación y respeto.

Las palabras tienen el poder de sanar, unir y elevar. Pero también tienen el poder de herir, dividir y oprimir. Nuestras palabras se convierten en armas para la justicia en esta lucha y no cederemos. Lucharemos no sólo por la evolución del lenguaje sino por todo el sistema de creencias de la humanidad. Nuestros sistemas de creencias deben cambiar, o seguiremos teniendo más genocidio, y aquellos que contraataquen siempre serán los vistos como violentos.