Complicité, la reconocida compañía de teatro británica dirigida por Simon McBurney, ha revivido su obra de 1999 Mnemotécnico en una producción reimaginada en el Teatro Nacional. Es una especie de montaña rusa: con una duración de dos horas seguidas (sin intervalo), avanza implacablemente con sus narrativas duales y está lejos de ser una obra convencional, ya que se centra más en la experiencia sensorial y en la creación de imágenes visualmente impactantes.
La película comienza con el actor Khalid Abdalla dirigiéndose directamente al público, hablando de sus propios recuerdos y pidiéndonos que participemos un poco como espectadores, desafiándonos a recordar ciertos momentos específicos de nuestras propias vidas, con la ayuda de algunos elementos de atrezzo. Mientras el público está distraído, tenemos nuestra primera transición: Abdalla se convierte en Omar, que está viendo el programa y está mortificado porque su teléfono ha sonado, pero responde con la esperanza de que sea su compañera Alice (Eileen Walsh), que desapareció misteriosamente después del funeral de su madre.
Así comienza la historia con dos narraciones: una se centra en Omar y Alice, y el viaje de esta última para descubrir al padre que nunca conoció tras la muerte de su madre; la otra nos habla de Ötzi, el hombre de hielo, que fue descubierto en los Alpes durante el deshielo de un glaciar en 1991 y que resultó tener unos 5.000 años de antigüedad. Su descubrimiento dio lugar a una posterior discusión entre países sobre quién era su “dueño” y a un desacuerdo entre los expertos sobre quién era y cómo murió. La historia de Ötzi no solo es fascinante, sino también verdadera: hemos disfrutado leyendo un poco más sobre él desde que vimos la serie.
Las dos narraciones, que eventualmente se entrelazan, exploran temas similares: consideramos la importancia de recordar e, igualmente importante, de olvidar; cómo nuestros recuerdos son selectivos en lo que podemos recordar y las razones de esto; los valores que atribuimos a ciertos recuerdos; cómo nuestras mentes pueden jugarnos malas pasadas; cómo, en última instancia, nuestros caracteres están moldeados por las historias que conocemos; estamos definidos por cuánto entendemos sobre cómo llegamos a donde estamos actualmente.
Disfrutamos muchísimo de nuestra velada con Mnemotécnico – Somos conscientes de que un estilo teatral más conceptual no será del agrado de todo el mundo (esta no es una obra para pasar un viernes agradable), pero aun así es una obra cautivadora y cautivadora. Hay una elegante simplicidad en la forma en que se presenta: es una obra inteligente, reflexiva y provocadora, pero que nunca resulta demasiado inteligente para su propio bien y sigue siendo accesible en todo momento. Estamos muy contentos de que la hayan recuperado.
SentidoG le da a Mnemonic una calificación de 4/5
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