El VIH nunca ha sido solo una estadística para mí. Nunca ha sido una preocupación distante o una condición sin nombre existente en abstracto como es para muchos. Nunca ha sido algo que simplemente existiera como una trama en una película. Nunca ha sido un boogeyman invisible utilizado como una táctica de miedo. Siempre ha sido real, personal, tangible y profundamente arraigado en mi vida como un hombre negro y sexualmente fluido que vive en el cinturón de la Biblia.
Mi primer encuentro con el VIH daría forma a toda mi vida. A una edad temprana a principios de la década de 2000, vi fallecer a un miembro de la familia de las complicaciones relacionadas con el SIDA. Unos años más tarde, me encontré hablando de un querido amigo al planear su suicidio después de que recibieron un diagnóstico VIH positivo. Entre estos momentos, vi que innumerables otros enfrentaron los temores de ser probados, soportar el aislamiento que se autoinfligieron de la vergüenza y perpetuaron la narrativa de que esta enfermedad tan real debe estar envuelta en secreto debido a lo que otros podrían pensar o al miedo al convirtiéndose en otra estadística.
Muchas personas en mi vida y mis comunidades estaban demasiado preocupadas por cómo esta enfermedad las encerraría, las clasificaría por su tono de piel o preferencias o ubicaciones sexuales, y los escupiría como un número. Fue desgarrador presenciar.
Estos momentos reforzaron una nueva realidad para mí: el VIH está aquí, en nuestros hogares, familias y comunidades. No se puede barrer debajo de la alfombra o escondido en el ático con secretos familiares. Debe tener un asiento en la mesa y ser un tema de conversación si queremos quitar el estigma y restaurar el poder a las personas que lo experimentan. Si vamos a terminar la epidemia, debemos reconocer a la humanidad detrás del virus. El valor de una persona no disminuye por su estado, cuerpo o sexualidad. Su historia, con toda su singularidad y complejidad, merece dignidad.
Mi propia historia cambió para siempre en 2013, y continuaré contándola en voz alta. Tres palabras resonaron en mi cabeza durante semanas después de escucharlas. “Eres positivo”. Más de una década después, estoy aquí para dar fe de que, aunque se nos dice que un diagnóstico de VIH es un final, se convirtió, para mí, en un nuevo comienzo. Sí, fue aterrador y desafiante, pero finalmente me dio un profundo propósito.
Mi estatus me ha enseñado empatía profunda y amor propio. Me ha permitido caminar junto a otros en mi comunidad, sobreviviendo y prosperando. Ha profundizado mi lucha por la justicia y me ha hecho un mejor defensor.
También me ha dado tantas experiencias increíbles, como ser embajador de los grandes bateadores Pride en 2019 y obtener premios del Grupo de Trabajo del Estado de Emergencia Afroamericano de Houston, el Grupo de Impulso Houston y el Proyecto de caoba.
Me llevó a compartir mi historia con VICIO para su serie “mantenerse positivo sobre ser VIH positivo”. El año pasado, también asistí a la Cumbre de Líderes Rising de la Casa Blanca, una increíble reunión de creadores de cambios que dan forma a un futuro sin estigma.
Como subdirector de la iniciativa de anomalía normal, trabajo todos los días para servir a la comunidad negra LGBTQ+. Estas plataformas me han dado el micrófono, pero mi comunidad y mi experiencia me han dado las palabras.
Al reconocer el Día Nacional de Concientización sobre el VIH/SIDA Negro al comienzo del Mes de la Historia Negra, le animo a que expanda su imagen del VIH más allá de las estadísticas.
Sí, podemos ver que las personas negras representan el 12% de la población, pero el 40% de las nuevas infecciones estimadas de VIH en los Estados Unidos. Podemos reconocer que los hombres homosexuales y bisexuales negros son el grupo más afectado por el VIH, lo que representa el 37% de las nuevas infecciones estimadas entre todos los hombres homosexuales y bisexuales.
Pero terminar con el VIH no se trata solo de difundir la conciencia en un día o recitar estadísticas alarmantes. Requiere que enrollemos nuestras mangas y desmantelemos las desigualdades que continúan impulsando las disparidades de salud.
Eso significa enfrentar el racismo sistémico, la homofobia y el estigma. Significa abordar la pobreza, los sistemas de salud con fondos insuficientes y la falta de acceso a la educación en las comunidades negras. Exige que creemos equidad, no solo la igualdad, en las pruebas de VIH, la prevención y el tratamiento.
En este Día Nacional de Concientización sobre el VIH/SIDA Negro, te invito a reflexionar sobre el papel que todos debemos desempeñar, sin importar tu raza o sexualidad. El VIH nos impacta a todos. No hay “nosotros” frente a “ellos”. La lucha para poner fin a esta epidemia es nuestra responsabilidad colectiva, y no se ganará por pequeñas acciones o soluciones unidimensionales. Requerirá coraje: coraje para tener conversaciones difíciles, actuar con valentía y construir sistemas que pongan a la humanidad en el centro.
Si vive con el VIH, sepa esto, no está solo y no está definido por su diagnóstico. Tómelo un aliento a la vez. Si eres un aliado o defensor, sigue peleando. Y para todos los que buscan pequeñas formas de crear grandes cambios, mantenga el diálogo en marcha.
Esto asegurará que nuestras historias no se contarán en estadísticas, sino a través de nuestros propios cuentos. Compartiremos nuestras experiencias, nuestros momentos de conexión humana y empatía, nuestra vulnerabilidad y nuestro coraje. Somos los narradores, los disruptores y los constructores de un nuevo mañana.
Suscribirse al Boletín SentidoG Y sea el primero en conocer los últimos titulares que dan forma a las comunidades LGBTQ+ en todo el mundo.
No olvides compartir: