En la lucha incesante por la liberación y la justicia, existe una intersección entre los derechos de las personas transgénero y la lucha más amplia por la liberación de los negros que no se puede ignorar.
Esta coyuntura exige un examen crudo y sin filtros de la conexión entre nuestros derechos fundamentales y la representación política. La lucha por los derechos de las personas transgénero, estrechamente vinculada al movimiento más amplio de liberación negra, requiere una acción decidida. El Mes de la Historia Afroamericana sirve como un severo recordatorio de que nuestra batalla no es solo por el reconocimiento sino por el derecho mismo a vivir con seguridad y dignidad, como todos merecemos.
Ante una avalancha de más de 500 proyectos de ley anti-LGBTQ+ en 2023, de los cuales 84 se convertirán en ley, la urgencia de nuestra existencia es innegable. De hecho, según la Unión Estadounidense de Libertades Civiles (ACLU), sólo este año ya se han presentado más de 400 proyectos de ley anti-LGBTQ+. Y aún no llevamos ni dos meses completos de año.
El reconocimiento por parte del Departamento de Seguridad Nacional del aumento de la violencia, particularmente hacia mujeres transgénero y niñas de color, subraya la realidad que enfrentamos. Estos proyectos de ley, aprobados o no, infligen un daño inconmensurable a nuestra comunidad y perpetúan narrativas opresivas que alimentan la discriminación.
La representación política surge no como un gesto simbólico sino como un imperativo estratégico. En mi propio estado natal de Ohio, la descalificación de Vanessa Joy, una candidata transgénero a la Cámara estatal por no usar su nombre muerto en la solicitud que no tenía un lugar para escribirlo, demuestra la necesidad de voces diversas en posiciones de poder.
La lucha por los derechos de las personas transgénero es inseparable de la lucha más amplia por la liberación de los negros. Al tener más personas de comunidades desinvertidas en puestos de toma de decisiones, desmantelamos los sistemas opresivos arraigados en la atención médica, la vivienda, el empleo y el sistema de justicia penal.
Este no es un alegato a favor de gestos simbólicos; es un llamado a la acción porque se nos niegan nuestros derechos humanos básicos y nuestras vidas están en juego. La urgencia de nuestra presencia en las esferas políticas se convierte en un faro de resistencia contra quienes buscan silenciarnos o borrarnos. Nuestras experiencias interseccionales brindan conocimientos invaluables sobre las causas fundamentales de la desigualdad, exigiendo políticas que desmantelen activamente las estructuras discriminatorias.
Sepa esto: cuando una comunidad históricamente marginada gana poder, influye en las posibilidades de otras. Las puertas abiertas para una comunidad crean un efecto dominó, generando derechos y representación para todos. Esta interconexión enfatiza que la liberación de cualquier grupo es un dedo medio hacia los opresores.
Al elegir líderes transgénero negros, alteramos estratégicamente los sistemas opresivos y creamos un efecto dominó de cambio positivo que beneficia a la sociedad en su conjunto.
Elegir a personas transgénero negras para cargos políticos es un movimiento estratégico para desafiar los sistemas que dañan desproporcionadamente a nuestra comunidad. Es hora de crear un panorama político en el que nuestras voces no sólo sean escuchadas sino buscadas activamente para elaborar soluciones.
Los intentos de la derecha de borrar a las personas negras y transgénero mediante la prohibición de libros y la censura resaltan la necesidad de nuestra presencia en la configuración de la legislación. Porque seamos realistas. A la derecha sólo le importan los jóvenes blancos, cisgénero y ricos. No quieren vernos triunfar. Los libros con temas LGBTQ+ están prohibidos. Están prohibidos los libros que alientan a los niños negros a amarse a sí mismos.
Imagine un panorama político donde la legislación se elabora con un profundo conocimiento de las luchas que enfrentan las personas transgénero negras, lo que lleva a políticas que elevan y empoderan a nuestras comunidades. Esta visión no es un sueño lejano sino una realidad tangible que podemos lograr mediante un activismo político inquebrantable.
Frente a la legislación anti-trans, reconocer que nuestra lucha es colectiva. Al elegir a personas transgénero negras para cargos políticos, desafiamos estratégicamente los sistemas opresivos y dejamos en claro que no seremos receptores pasivos de políticas discriminatorias. Así es como hacemos que el gobierno funcione para todos.
Liberarse de la opresión, remodelar la narrativa y aprovechar el poder político son nuestros caminos hacia un futuro donde la justicia no conoce límites. Este no es un llamado a la mera toma de conciencia, sino un llamado a la acción, basado en la creencia inquebrantable de que la representación política es un camino posible hacia la liberación.
La intersección de raza e identidad de género ilustra vívidamente la lucha en curso por la humanidad y los derechos civiles fundamentales que persisten. El imperativo ahora es impulsar a personas transgénero negras a cargos políticos, desafiando efectivamente los mismos sistemas que dañan desproporcionadamente a nuestra comunidad.